GEOGRAFÍA - PAÍSES: Italia - 8ª parte

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Italia - 8ª parte


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Instituciones

a República italiana se define como una Democracia Parlamentaria enmarcada en un estado constitucional y unitario. Su validez política se apoya en el referéndum de 1946, en que el pueblo decidió optar por la República abandonando el anterior sistema monárquico. La nueva constitución, que fue promulgada en 1947 por una Asamblea Constituyente, estipula que Italia es una República fundada en el trabajo del pueblo.

El Parlamento es bicameral, constituido por una Cámara de Diputados de 630 miembros elegida por sufragio universal directo cada 5 años (en representación proporcional), y un Senado de base regional de 315 miembros (elegidos por 6 años), así como 5 miembros vitalicios nombrados por el presidente de la República. Los expresidentes devienen también senadores. La Jefatura del Estado la encarna el presidente de la República, elegido por 7 años por todo el Parlamento. Entre sus poderes y atribuciones, cabe destacar que es él quien nombra al primer ministro (o presidente del Consejo de Ministros) y que puede disolver el Parlamento. El poder judicial es independiente, y como órgano máximo existe un Tribunal Constitucional que vela por la legalidad de las leyes y se interpone entre el Estado y las Regiones Autónomas.

El Estado italiano se divide en 15 regiones de estatuto ordinario y 5 regiones autónomas con estatuto especial desde 1970, tal como ya estaba previsto en la Constitución para las regiones de minorías étnicas y lingüísticas e insulares; éstas son: El Valle de Aosta, Trentino-Alto Adigio, Friuli-Venecia Julia, Sicilia y Cerdeña, las cuales poseen un Consejo Regional y un gobierno propio (Junta) dotado de funciones administrativas y amplias competencias. El poder ejecutivo máximo corresponde al Consejo de Ministros y el legislativo a las Cámaras y Consejos Regionales de las Autonomías, aunque también las comisiones del Parlamento y del Senado pueden imponer directamente leyes y directivas sin necesidad de pasar por el pleno de las cámaras. El referéndum es también un sistema de aprobar leyes tradicionalmente muy usado en Italia.

El sistema electoral italiano es muy complejo, pero el hecho de basarse en listas abiertas y la peculiaridad de las circunscripciones lo convierten en el sistema más proporcional del mundo, permitiendo tal diversidad de partidos y candidatos que siempre ha creado gobiernos muy inestables; es la llamada «ingobernabilidad a la italiana», todo un sistema institucional puesto en entredicho y ya modificado en el referéndum del día 18 de Abril de 1993.

Literatura

El prestigio cultural y la autoridad administrativa del latín retrasaron, en Italia más que en ningún otro lugar, la aparición de una literatura en lengua vulgar. Los primeros documentos con voluntad emancipadora del latín datan del s. X, pero la lengua vulgar sólo alcanza categoría literaria en el Duecento (s. XIII) con Il cantico di fratre sole (San Francisco de Asís). Conviven en ese siglo el latín y la tradición épica y lírica en lengua francesa (oíl y oc), imitando los «romans» (Marco Polo dictó en francés Il Milione a su compañero de celda Rusticello).

En el S, en Sicilia, nació la primera escuela poética propiamente italiana, transcribiendo la poética provenzal al dialecto siciliano. Pero fue el dialecto toscano el que ha constituido, hasta hoy, la base de la lengua nacional, gracias a dos escritores magistrales: Dante y Petrarca. En torno a Dante Alighieri, un grupo de jóvenes poetas florentinos y toscanos fundaron un movimiento poético aristocrático basado en el misticismo amoroso: el Dolce Stil Nuovo. Se considera a la Divina Comedia de Dante, compendio poético y filosófico de todo el pensamiento medieval, como la obra que cierra la Edad Media; del mismo modo, el Canzoniere de Petrarca constituye la primera manifestación del espíritu moderno. Ese apogeo cultural de Florencia en el Trecento fue la traducción del empuje político y económico de su burguesía urbana. Contemporáneo de Dante y Petrarca fue el tercer gran escritor toscano, que preludió al humanismo: Giovanni Boccaccio; su Decamerón suele ser considerado el iniciador del género narrativo.

El centro del humanismo quattrocentista siguió siendo Florencia, donde escribían Coluccio Salutati, Poggio Bracciolini, Marsilio Ficino, Lorenzo Valla y Giovanni Pico della Mirandola, quienes desarrollaron la filología, la historia, el método comparativo y crítico de los textos antiguos, reaccionando contra la latinidad medieval para volver a las fuentes clásicas originales. Estos grandes eruditos convivían en las Academias con los grandes señores y burgueses cultivados, contraponiéndose a las universidades conservadoras de la latinidad. A un plano más popular pertenecieron los sermones de San Bernardino de Siena y de Girolamo Savonarola.

La poesía perdió importancia respecto a la del Trecento; su producción (Lorenzo el Magnífico, Iacoppo Sannazzaro, Poliziano) era demasiado culta. También en Florencia renació la moda de la literatura caballeresca, de tradición medieval y técnica renacentista, produciendo tres obras maestras: Il morgante (Luigi Pulci), Orlando innamorato (Matteo Boiardo) y Orlando furioso (Ludovico Ariosto), ya en el s. XVI. El Cinquecento fue para Italia una época de fraccionamiento y dominación extranjera; pero en lo cultural se afirmó la conciencia de unidad, aunque fuese a través de innumerables polémicas estéticas y lingüísticas.

El debate central del s. XVI se refería al «problema de la lengua», polémica que se resolvió a favor de la tradición toscana gracias a la rigurosa labor del poeta erudito Pietro Bembo. Baldassare Castiglione suministró un nuevo ideal humano en Il cortegiano (1528). Niccolò Maquiavelo aportó la reflexión política e histórica y polemizó con Francesco Guicciardini sobre el poder público. Giorgio Vasari ejerció la crítica de arte. Torcuato Tasso inauguró la tendencia hacia el barroquismo con su poema épico Jerusalén libertada. Por último, cabe citar al prosista Benvenuto Cellini, escéptico y hedonista, más conocido por sus esculturas. El s. XVII disimuló su falta de originalidad bajo los artificios y la afectación del estilo. Los mejores intelectuales del Seicento sufrieron los rigores inquisitoriales de la Contrarreforma: Giordano Bruno, Tomasso Campanella, Galileo Galilei o Evangelista Torricelli son heterodoxos, opositores a la cultura oficial. El mejor poeta «oficialista» del siglo fue Giambattista Marino, que ejerció gran influencia sobre los preciosistas franceses.

En el teatro, la disolución completa de todo contenido serio dio lugar al drama musical, el melodrama. Al mismo tiempo se desarrolló un teatro de inspiración popular: la Commedia dell'Arte. Los cenáculos que se reunían en la academia Arcadia renovaron la cultura italiana; las ciudades de Milán y Nápoles fueron los focos del Iluminismo, movimiento equivalente a la Ilustración francesa. En Milán coincidieron el economista Pietro Veri, el jurista Cesare Beccaria y el periodista Giuseppe Baretti. En Nápoles, Pietro Giannone, Antonio Genovesi y Ferdinando Galiani reformaron las ciencias históricas, políticas y sociales.

El s. XVIII debe sus obras maestras al teatro de Carlo Goldoni en la comedia, y a Alfieri en la tragedia. Giuseppe Parini fustigó a la corrompida aristocracia lombarda en su poema satírico El día, precursor de la literatura comprometida. En la segunda mitad del s. XVIII se inicia el Risorgimento, movimiento que utiliza a la cultura como instrumento político para la unidad italiana, tiñendo el mensaje de la Revolución Francesa con una pátina católica y liberal bajo la égida del filósofo Giambattista Vico. Al comenzar el s. XIX, el romanticismo se vistió en Italia de patriotismo; los dos mejores autores de esa época fueron los novelistas Alessandro Manzoni y Silvio Pellico.

En 1870 se produjo una crisis: realizada la unificación, desaparecieron las obras comprometidas con la política. Se afirmó otra escuela, influida por el positivismo y el naturalismo: el verismo, que dio forma a la novela moderna de inspiración social a partir de Giovanni Verga. En el N triunfó la novela católica de contenido realista (Antonio Fogazzaro). A finales del s. XIX dos escritores se disputaban el lugar preeminente: G. Pascoli y Gabrielle d'Annunzio. Hacia 1910 cambió el gusto, bajo las influencias europeas y la obra de Benedetto Croce. Pero el fascismo no permitió la constitución de una auténtica cultura italiana, pese a la proliferación de revistas y tendencias literarias (crepuscular, futurista, hermética), limitadas a círculos restringidos. El caso más ilustrativo de ese aislamiento entre literatura y «cultura oficial» lo constituyó Italo Svevo, notable poeta y novelista sólo reivindicado décadas después gracias a James Joyce. Después de 1930 la literatura italiana se abrió a las influencias europeas y norteamericanas frente a la autarquía del fascismo; entre los escritores contemporáneos destacados cabe citar a Curcio Malaparte, Cesare Pavese, Dino Buzzati, Alberto Moravia, Vasco Pratolini, Carlo Levi, Mario Soldati, Italo Calvino, Antonio Gramsci o Leonardo Sciascia.

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